Los días que reflexiono sobre mi afición a viajar, siempre acabo concluyendo que soy una novata; que me queda mucho por aprender. Suelo tener, aunque pocas, algunas cuantas pautas a la hora de preparar un viaje. Últimamente, después de hacer acopio de la información sobre los lugares más conocidos y buscar en foros, pregunto en Twitter si alguien ha estado en el destino y qué me recomienda, tanto en mi perfil personal como en el del blog.
Esta acción, que la primera vez hice espontáneamente, se ha vuelto una costumbre, pues la gente responde. Por un lado, las cuentas que me siguen en esta red social suelen tener los mismos gustos y aficiones que yo; por otro, me gusta la concisión de esta plataforma, pues hace que resumas en 140 caracteres lo mejor de un viaje de varios días. En mi viaje a Ámsterdam la respuesta que me resultó más interesante fue la de un chico que me recomendó los pueblos de alrededor, de los que decía acordarse incluso más que de la capital. En concreto, él citó a Volendam y Markem, que normalmente se visitan junto a Edam.
Por otro lado, había leído que era interesante Zaanse Schans, el típico pueblo con molinos, y lo apunté para visitarlo. Fuimos en primer lugar en el tercer día de nuestro viaje por Ámsterdam y alrededores y además de ser un lugar sacado de una postal, me gustó la paz que reinaba, pues se agradece mucho en días de vacaciones y relax.
Para llegar, se toma un tren desde la estación central de Ámsterdam y se hace parada en la estación de Koog Zaandijk. Para llegar al núcleo turístico del pueblo no hay problema, unos metros después de la parada hay un plano del lugar pero además está bien indicado.
Después de hacer las fotos pertinentes y subir a un molino, con muchas escaleras y poca chicha, visitar a los animales del pueblo y el entorno del museo Zaanse Schans (que habla de varios símbolos holandeses como el queso, los molinos o los zuecos), volvimos a la estación central para coger un autobús al triángulo a Volendam, Markem y Edam.
Para ir a estos pueblos, hay que cambiar de medio de transporte y tomar un autobús. Primero se coge el Ferry que te lleva al lado opuesto de la estación central, que es gratuito. En este punto, de nuevo, se toma un autobús gratuito a una parada que te lleva a los pueblos (10 euros para todo el día, merece la pena para visitar todos). La primera parada es Volendam, que fundamentalmente tiene un paseo marítimo muy animado con fiestas varias y mucho guiri bebiendo cerveza. Dicen también que el pescado está muy rico, pero no tuve la suerte de probarlo.
Pero justo en frente, escapando un poco del barullo, se puede disfrutar de un paseo con bancos que da al mar y en el que se obtienen buenas vistas del lugar.
La siguiente parada fue Edam, un pueblo más pequeño e interior pero con un encanto especial. La plaza central del pueblo, los canales, las casitas, todo parece un poco de cuento. Nos tomamos un café en la plaza del lugar, casi vacía. De hecho, en esta localidad apenas había turistas.
No obstante, seguramente, si tuviera que elegir me quedaría con Markem, nuestra última parada y en cierto modo, el que se parecía más al fin del mundo. Unido a tierra por una carretera, el paisaje cuando estás llegando al pueblo ya es una maravilla. La arquitectura, como en el resto, es una delicia, pero en este caso, al ser un pueblo pequeño y estar rodeado por mar, todo cobra una magia especial. En la zona del puerto, pudimos disfrutar de un silencio casi total y de una tranquilidad máxima.
Después de varias fotos, el frío pudo con nosotras y decidimos volver a Ámsterdam.
No obstante, este día tuvimos oportunidad de descansar en el bus y el tren, así que no estábamos especialmente cansadas. Callejeamos buscando un bar donde fumar en cachimba y disfrutar un poco del tipo de fiesta que hay en Ámsterdam. Francamente, era lo más parecido a un porro que me apetecía fumar. Coincidió que elegimos bien y entramos en un bar donde había cachimbas (Wonderful Bar), pero además, comida. Pedimos algo para comer y tres cervezas y disfrutamos animadamente de un rato de conversación.
A la una, volvimos andando, poniendo a prueba nuestro conocimiento de la ciudad. Salió bastante bien. Al día siguiente, ya sabíamos lo suficiente para alquilar un bicicleta, una de las actividades que más recomiendo de la ciudad. ¡Imprescindible!
Os invitamos a leer la primera y la segunda parte de nuestro viaje por Ámsterdam.