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Alrededor del siglo V de nuestra Era, la India antigua tuvo su edad dorada, larga época de poder y esplendor conocida como Imperio Gupta, una pujante dinastía bengalí que dinamizó el arte y la cultura y sentó las bases del hinduismo moderno. Proliferaron entonces obras de todo tipo y, en ese ambiente intelectual, nació el Kama-Sutra, considerado el primer libro sobre el amor carnal, escrito en sánscrito. Que en el pensamiento hinduista no se reduce al mero placer sino que está relacionado con una cosmovisión religiosa de unión física y espiritual, un tributo a la vida misma, libre y espontáneo, natural y sagrado, el camino a la fusión de cuerpo y alma.

El equilibrio de energías femenina y masculina que lleva a la perfección y al encuentro con la divinidad. Basta considerar que los grandes dioses hindúes tienen su pareja: Brahma a Saraswati, Shiva a Parvati y Vishnu a Lakshmi. Un espíritu de tolerancia que hoy se ha perdido en gran medida por mor de una visión más materialista y pacata de la vida y de la moral. Más adelante, el arte erótico se escribiría en los templos de Khajuraho, una de las atracciones turísticas más interesantes del norte de India de las que hablaremos hoy.

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La ciudad del Kama-Sutra

Unos siglos más tarde, alrededor del XI, cuando ya avanzaba nuestra Edad Media y los ibéricos cristianos pugnaban por reconquistar las tierras meridionales del Califato impuesto, una dinastía raiput dominaba a su vez la región central de la India, el territorio que hoy ocupa, más o menos, el Estado de Madhya Pradesh (cuya capital, Bhopal, por otra parte, se hizo tristemente famosa en todo el mundo hace algo más de treinta años por un escape de gas letal que originó una terrible matanza sin precedentes entre la población). Allí, en la pequeña villa de Khajuraho, su capital entonces, construyeron el mayor conjunto de templos hindúes que se conoce, casi un centenar, y que esconde un tesoro único de arte erótico indio relacionado directamente con la obra citada. Y allí quedan aún en pie docena y media de ellos, distribuidos en distintas zonas, que han escapado de milagro al tiempo, a la destrucción y al abandono.

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Son los conocidos como los Templos del Kama-Sutra. No se sabe a ciencia cierta por qué en sus paredes los artistas de la época dejaron constancia, clara, explícita y a la vista de todos, de sus conocimientos sobre las prácticas amatorias recogidas en aquellos textos religiosos. Las respuestas sugeridas abarcan diferentes conjeturas: sería como un libro, en piedra, de educación sexual para los más jóvenes, la mayoría analfabetos, a la vez que una prueba para la preparación idónea de los sacerdotes; una forma de auspicio protector contra los enemigos, las adversidades naturales y las hechicerías; un canto a la fertilidad y al amor libre, avalado por una tradición religiosa de dioses y diosas casados, con relaciones cambiantes y numerosos hijos; una apuesta, sobre todo, por la visión tántrica de la vida, inspirada por el budismo y encarnada en el Shiva hindú, según la cual las energías de hombre y mujer se funden en el ritual del sexo, el medio para integrarse en la conciencia divina y alcanzar la liberación espiritual; o, en fin, el simple afán de sus reyes por pasar a la posteridad en obras monumentales, unido a su gran sentido de la religiosidad. De todo habrá.

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Claro que en la India antigua ya se habían dado muestras de erotismo en el arte, hoy conservadas en pinturas y esculturas de algunas cuevas y templos, pero nunca tantas, tan abiertas y diversas y con la grandiosidad de una auténtica ciudad erótico-espiritual, como es el caso. Tampoco los historiadores consiguen entender cómo han podido resistir monumentos tan colosales los numerosos ataques y sometimientos por parte de otros clanes guerreros, del sultanato o de los mogoles; ni escapar a la moralidad del hinduismo posterior, puritana y conservadora, acentuada aun más por el islamismo ocupante. Quizá por su alejamiento de los centros de poder, perdidos en un lugar apartado, pequeño, olvidado de todos y de todo, pues durante muchos siglos desaparecieron del mapa, dejados de la mano de los dioses y al amparo de la imparable selva tropical que fue creciendo sin freno a su alrededor hasta ocultarlos y hacerlos inexistentes, como si nunca se hubieran construido, fuera del alcance de sus potenciales enemigos.

khjuraho-suelo-flores firguras-eroticas-khajurahoAunque esa frondosa vegetación protectora, unida al desinterés y la incuria de fieles y responsables y al desgaste natural de los años, colaboró también en sentido contrario, devastando sus piedras sagradas hasta la ruina o la desaparición. Males que solo se detuvieron en el siglo XIX, cuando un técnico militar británico los descubrió a partir de oscuros datos y de los rumores que corrían entre las gentes del lugar. En el yacimiento, comido por las plantas, quedaban aún ejemplares únicos y recuperables de la prodigiosa maravilla, ahora Patrimonio de la Humanidad.

Templos del oeste

Los templos se distribuyen al oeste, este y sur del pueblo. El grupo de los llamados Templos Occidentales es el más numeroso: unos ocho, junto a un museo con arqueología del lugar y algunas ruinas. También el más interesante, con diferencia. Cuando entras al recinto que los guarda, grande y protegido por un cerco de altos muros abierto en varias puertas, es como si entrases a otro mundo, más cuidado, limpio y silencioso, un verdadero parque arbolado y verde, de paseo y jardín, con pequeñas fuentes, ardillas solazándose y el césped bien regado y rasurado.

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Los templos están dedicados, en su mayoría, a Shiva, el dios destructor, y a Vishnu, el protector. Algunos son más bien pequeños, a modo de sencillos oratorios. De los grandes, monumentales, extraordinarios, destaca el Kandarija Mahadev, con su impresionante torre labrada con un cuantioso despliegue de relieves y estatuas, se dice que cerca de un millar. La construcción es similar en todos: una alta y amplia base, plataforma de asiento y paseo ritual, a la que se sube por anchas escalinatas después de dejar afuera, en el suelo, los zapatos; el templo propiamente dicho, con una entrada de columnas techada y un interior muy reducido; y una o varias torres bellamente decoradas. Todo ello en granito o en arenisca blanca o rojiza.

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Dentro, el arte deja paso a lo estrictamente religioso y apenas ofrecen interés, salvo alguna efigie de los dioses o el cincelado en mármol de columnas y techos. Que, por otra parte, apenas se dejan ver con claridad debido al apretado espacio de la celda principal y a la semioscuridad reinante, que hacen que la consabida vuelta al altar en el sentido de las agujas del reloj se convierta, además, en una tarea de obstáculos, encima agravada por escalones inesperados, paredes con desperfectos, los malos olores de los murciélagos, felices en la penumbra, y el suelo sucio y resbaladizo, mojado por el agua caída de los rituales. Pues en estos templos, abiertos a las visitas, hay mujeres limpiando, cuidando del sagrario, regando las flores y manipulando con afán y devoción todo el material relacionado con el culto, la donación y el rezo, que se encargan también de los pequeños altares improvisados en las hornacinas exteriores.

khajuraho-paseo Fuera, la torre es una pirámide ondulada, como una vela marina enarbolada al viento, colmada de resaltes y hendiduras, entrantes y salientes, esculpidos sin tregua, sin apenas vacío salvo en la parte inferior, que se continúa hasta la cúspide en distintas fajas horizontales plagadas de tallas muy variadas, siendo esta característica uno de los logros más asombrosos de la herencia artística del país y del mundo, donde la arquitectura y la escultura se integran de tal manera que parecen una sola y única disciplina. Esa exuberante decoración exterior consiste principalmente en una serie de bajorrelieves, columnas, molduras, marcos, frisos, cenefas y grecas plagados de figuras que lo llenan todo, una especie de retablo escultórico gigante.

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Los motivos y diseños son de varios tipos: lineales, de inspiración geométrica y floral: símbolos, trazos, siluetas, polígonos, círculos, estrellas; figuras de animales, con un lugar destacado para el elefante, mastodonte doméstico gran aliado de los fatigados obreros, que habría contribuido en enorme medida a las obras, penosas y largas, de tales construcciones, y cuyo estilizado e inconfundible perfil se repite aquí sin cesar; representaciones de dioses y diosas, que ocupan principalmente los huecos y los fondos y dan al conjunto su carácter más sagrado; actividades de la vida cotidiana de la época, tanto populares como de la corte real: labores, juegos, fiestas, música, danza, guerra, culto, oración; y las que marcan, por encima de las demás, la singularidad de este lugar: las escenas eróticas, las más centrales y llamativas pero las menos numerosas. Se trata de manifestaciones de carácter sexual, evidentes y voluptuosas pero delicadas, con mujeres solas exhibiéndose en su tocador íntimo y parejas o grupos en determinadas posturas.

Claro que, si alguien espera encontrar en ellas porno duro para contentar su lujuriosa libido, mejor no pierda el viaje. Porque, además de representar un porcentaje muy pequeño del total de lo esculpido y del amplio contenido del manuscrito original, y de estar tratadas con la finura y sensibilidad nacidas del sentimiento religioso, con un enfoque deliberadamente espiritual, están entremezcladas a tal altura y hay tanto que ver que a lo más que uno puede aspirar es a pescar una tremenda tortícolis.

Templos del Este

El lugar donde se ubican los Templos Orientales está a las afueras del núcleo urbano, en un espacio cerrado que aloja media docena de templos, unos jainistas, otros hinduistas, las residencias de los sacerdotes que los cuidan y otras dependencias que sirven de servicio y albergue a los fieles que acuden aquí periódicamente y lo convierten en un importante centro de peregrinación. A primera vista, el aspecto general es de barriada humilde, poco atractivo, con los templos primeros destacando sobre las residencias, bajas y anodinas, repintados de amarillo reciente y con escaso interés estético. Entramos en uno, el más importante. Sus estancias se agrupan alrededor de un patio central y su valor artístico no es muy relevante.

temploeste2 templos-este-figuras-buenoEl interés principal quizá resida en que pertenece a la rama jaina de los llamados “sacerdotes desnudos”, considerada la más pura y ortodoxa. No nos reciben sin ropa, claro está, eso lo dejan para su vida de retiro monacal, pero podemos ver su historia reproducida en las paredes interiores, con gran aparato de textos, libros, fotos y cuadros (en las que, sí, sus maestros santos aparecen orondos y en total desnudez, casi siempre en posición de loto, pero veladas sus partes por la oportuna joyería ornamental de cadenas y medallas varias), así como el pequeño tesoro de sus oratorios, altares, esculturas y material ritual para sus prácticas religiosas.

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Saliendo, detrás, nos espera lo más atractivo del lugar. Son tres templos hinduistas, levantados en piedra envejecida por el tiempo, incrustados en una zona arbolada y fresca, similares a los occidentales pero sin el empaque y la grandiosidad de estos. Aun así, cuando entramos al principal, no deja de sorprendernos por su envidiable solidez, su rica decoración exterior, con la figura de la mujer como protagonista, también con algunas escenas del Kama-Sutra, pero menos, y por sendas estatuas de Shiva y Parvati, una de la parejas divinas más populares. El sacerdote que los vigila parece dormitar a la sombra de unos árboles, pero enseguida espabila para controlar nuestra visita: fotos dentro, no. (Dejaremos sin conocer los templos sureños, un par de construcciones más pequeñas y prescindibles).

Khajuraho

Además de los fantásticos templos, Khajuraho tiene poco que ver, si acaso la vida de un pequeño pueblo indio, con su ajetreada actividad callejera, sus vacas y su juvenil energía. Así que aprovechamos el tiempo restante para perdernos por sus concurridas calles, donde desfilan populares comitivas y se levantan provisionales oratorios festivos, con su megafonía, sus cantos y sus ceremonias propias del Nav Ratri otoñal que se celebra en honor a Dunga, una de las sombras femeninas de Shiva.

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Y, como no, para sentarnos un rato en los ghats escalonados del lago central, monumentales y cubiertos. En estos momentos, al sol caer, un barquero limpia de algas sus aguas, algunos ciudadanos practican las abluciones rituales y las aves bajan en picado para pescar su merienda diaria. Entre los mirones como nosotros, hay una mujer con aspecto de europea y atuendo local que charla con un indígena de turbante ya entrado en años. Creemos haberla visto ayer en Orchha, en el hotel, y esta mañana en los templos. Resulta ser española y viaja sola, con conocimiento y dominio del país, que nunca se llega a comprender ni abarcar del todo, contradictorio y enorme como es, según nos cuenta. Viene casi todos los años a la India, ama su forma de vida y comparte su cultura espiritual y milenaria. Nos pone un poco más al corriente sobre este mundo fascinante que nosotros solo hemos rozado un poco, acercándonos a él con respeto y asombro pero con las dificultades propias del principiante.

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A propósito de un perrito callejero que encontramos herido a la orilla del camino, nos cuenta, por ejemplo, que, según una leyenda popular, unos ladrones se reencarnaron en perros, por lo que estos animales no son bien vistos por los hinduistas, que los maltratan y abandonan con total indiferencia. Hay muchos por las calles del país, en general inofensivos y callados, suelen vivir a la sombra de las protectoras vacas y parecen haberse contagiado de su calma y su indolencia. Nos instruye también sobre la comida local, el papel del yoga y algunas costumbres que pueden despertar nuestros prejuicios occidentales. Volveremos a encontrarla dentro de pocos días en Varanasi, donde seguiremos aprovechando sus interesantes lecciones.

Nos despedirnos del pueblo, gastando la última hora de la tarde, para abrir el apetito, en un espectáculo de danza tradicional. Nada que ver con el que disfrutamos en Udaipur. Además de  presentarse en un moderno teatro, con su escenario y sus cómodas butacas, y no ante las mesas de un discreto restaurante, el de hoy es un conjunto de ocho bailarines, cada mitad de un sexo diferente, que actúan siempre en grupo, mayor o menor, nunca solos o en pareja, y que hacen un recorrido por todo el folklore popular del país, con números himalayos, punjabíes, rajastaníes, bengalíes, tamiles, centrales y costeros, al ritmo de la correspondiente música pregrabada y ataviados con los diferentes trajes típicos de cada región. Muy colorista y didáctico pero demasiado enlatado, oportuno para turistas primerizos y ociosos como nosotros en estos momentos. Y encima somos los únicos en esta sala casi vacía, con un resto de indígenas que completa a duras penas la docena. A cenar.

Datos prácticos

Alojamiento: Fue el Golden Tulipan, un alojamiento de bastante lujo, habitaciones súper buenas, una piscina súper apetecible y una decoración exquisita. Casi un viaje dentro del viaje. Súper recomendable.

Otras visitas en La India: Como sabréis si habéis leído algún post anterior sobre la India, hablamos de cosas generales, como los de impresiones sobre el país o confusiones derivadas de su cultura. También podéis leer acerca de otros lugares que visitamosAnkleshwarUdaipurMont AbuJodhpur,JaisalmerBikaner, Agra, Jaipur y Orccha. Fue un viaje de 25 días, que nunca olvidaremos tanto por lo visitado como por la cultura tan especial que tiene India. 

Cómo moverse: llegamos a Khajuraho con el conductor con el que contamos durante todo el viaje, que es de la agencia Shyam Tours. No nos cansamos de decir que salió todo genialPara contactar ellos podéis hacerlo en el email

ms********@gm***.com











. Son flexibles y hablan en castellano.

por Santiago

Santi Somoza, de estirpe asturiana en la desembocadura del Eo, allí donde ástures y galaicos se dan la mano, aferrado siempre a su clan galego-forneiro, hipermétrope enjuto, jubiloso jubilado, maestro de nada y aprendiz de todo, pacífico y socarrón, descreído, escéptico, indignado, viajero letraherido y maratoniano corredor de fondo, ave nocturna y perpetrador de tangos, amigo de sus amigos, amante del buen vino y la poesía y, por encima de todo, de sus tres queridísimas mujeres.

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